Siempre me ha parecido que Mario Briceño Iragorry, en su obra Mensajes sin destino, cuando señalaba que Venezuela se ha reinventado tantas veces como los gobiernos de turno lo han deseado, pero al final sin llegar a resolver los problemas de fondo, representa una clara y muy real descripción de nuestro ADN como ciudadanos, como república, como sociedad. Estos tiempos históricos son oportunos para poder mirar hacia a atrás y preguntarnos si somos capaces de romper paradigmas y de darnos el tiempo como sociedad de hacer que las instituciones avancen, se desarrollen y logren con el tiempo madurar en su dinámica, generando como consecuencia el respeto y la credibilidad de los ciudadanos. Para todo ello, además, se requiere de la formación ciudadana de los políticos, para que sean garantes y custodios de esa dinámica institucional. Revisando el libro Instituciones Políticas y Constitucionales, tomo 2, coedición Editorial Jurídica Venezolana y Universidad Católica del Táchira, en el año 1985...