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Algunas reflexiones sobre la municipalidad.

Ha llegado a mis manos un texto de 1980 de varios autores que entre sus páginas y párrafos, se puede leer los logros que en el año 1936 tuvo el Concejo Municipal de San Cristóbal, y que permite iniciar estas reflexiones sobre el rol del municipio, sus servidores públicos y el nuestro como ciudadanos. Entre los logros alcanzados en aquella época, se mencionan “La ordenanza de impuestos municipales, el aumento del número de la policía, se aumentó a 50 efectivos, sin contar con los oficiales; se eligieron jueces de Distritos, se favoreció el Asilo de Ancianos y mendigos, el Hospital Vargas y se organizó las tarifas del acueducto municipal”, en fin las áreas de gestión allí expresadas son: salud, atención a la tercera edad y desposeídos, elección de quienes imparten justicia, seguridad ciudadana, servicios públicos y los ingresos municipales, temas que en nada difieren a lo que hoy se debaten en el ámbito municipal 70 años después.

Sin duda hay una realidad social muy diferente entre la Venezuela de hoy si comparamos con la Venezuela de 1936; pero si nos centramos un momento en esa época, el cronista de la ciudad de San Cristóbal, Dr. J.J Villamizar Molina, recuerda en libro que 1936 fue un “año nada fácil, dentro de los aconteceres de Venezuela, para un ciudadano en funciones de gobierno. Año de transición, de agitaciones y hechos contradictorios.”

Complementando este comentario, Ramón J. Velázquez en otra página del mismo texto que menciono de 1980, señala que era ese un tiempo histórico donde muchos abandonaban la patria “para salvar el concepto de dignidad cívica con la pena del exilio” y que entonces se elevaban “himnos a quienes alcanzan a golpes de aventurera audacia los primeros planos de la figuración, pero siempre somos mezquinos con quienes …… supieron cumplir con su deber sin repicar las campanas del escándalo, pues son pocos los que entienden que al lado del gesto heroico, realizado entre truenos y centellas, existe otra forma de construir a la patria utilizando en la tarea sin término de todos los días, el ejemplo de una vida en donde las prédicas están en consonancia con las obras y en donde la palabra y obra están encaminadas a mejorar la condición social del prójimo y exaltar la dignidad humana, …….” (Pa.37).

Este escrito que habla de la realidad de aquél tiempo, destaca por un lado el peso que tenía el valor de la calidad humana de la persona que era servidor público en tiempos tan difíciles; apreciación que se refuerza con la siguiente conclusión de Villamizar Molina sobre el Presidente de ese Concejo Municipal de 1936: “Nadie más idóneo para el ejercicio gubernamental de entonces que un individuo maduro, sabio, prudente, querido por todos los sectores y respaldado por una robusta personalidad moral.”

Ese libro de 1980, registra una carta de postulación para candidato a concejal de quien fuera el Presidente del Concejo Municipal de 1936, que permite ratificar la exigencia social que se hacía del servidor público para un cargo como el de Concejal. La carta decía: “……. es hombre ejemplar que tiene un record de honestidad y corrección. Nacido en Capacho, de familia de ilustre prosapia, engarzó su vida con la meritisíma de aquella dama cuya desaparición lamenta y lamentará esta sociedad. Hombre ceñido al deber, se le ha visto imperturbable en todas las actividades de su vida pública; honrado a cabalidad e intelectual de nota, en donde quiera que ha actuado ….. se ha distinguido por su don de gente, su rectitud y su encaminamiento al bien de la colectividad. Sin dineros que haya habido furtivamente, con sacrificios de un héroe, ha levantado a una familia que es honor de esta región y claro exponente de cultura y corrección.” (Pág. 73 y 74.)

Los tiempos son otros para ello basta con evaluar el nivel de crecimiento poblacional que ha tenido el país, pero las necesidades básicas locales no se alteran, más si se complican por mayor demanda, pero si interpretamos esas palabras sobre la gestión del Concejo Municipal de San Cristóbal y de su Presidente en 1936, se puede percibir por un lado la existencia de una instancia local llamada municipio que siempre ha estado debatiendo y tratando de resolver los problemas inmediato, y también podemos concluir el prestigio y la exigencia en la calidad humana de quien asumía una representación de gobierno como requisito para su postulación y como respaldo de su gestión.

Hoy no podemos negar que hay muchos héroes anónimos, muchos destacados funcionarios y servidores públicos a quienes hemos dejado de observar como la expresión genuina, adecuada y seleccionada de lo que es nuestra comunidad y cuidado, no podemos decir que los hemos ignorado como sociedad en el ejercicio de su rol; con lo cual sin duda contribuimos a que las figuras de las Comunas y los Consejos Comunales como forma de organización social y de autogobierno sea un planteamiento que se ha venido imponiendo progresivamente, debilitando a las instituciones municipales y asociaciones vecinales, que en el pasado era por excelencia el espacio desde donde se construía los proyectos comunitarios y se creaba la esperanza de una comunidad por un mejor futuro.

¿Qué pasó en estos 70 años?. ¿Qué significado tiene la ciudad para nosotros? ¿Qué significa ser servidor público?. Son preguntas cuya respuesta son muy pertinentes en estos tiempos que exige un debate ciudadano plural en el que la historia nos de insumos para aprender y actuar en base a ella, evitando nuevamente nuestra tradición republicana de aplicar el borrón y cuenta nueva.


Nota:
Intencionalmente no he puesto el nombre del Presidente del Concejo Municipal de San Cristóbal de 1936, para que la lectura sirva de reflexión y también contribuya a ubicar en esa virtud ciudadana a otros hombres y mujeres de nuestro pasado histórico.  Pero el texto no sólo es ideal para la reflexión sobre la municipalidad y su importancia, sino en lo personal sirva como un sencillo homenaje a Aurelio Ferrero Troconis, de quien soy descendiente, pues ese ilustre tachirense fue mí bisabuelo.   Le sucedió en el cargo de Presidente del Concejo Municipal mí abuelo Francisco Romero Lobo.  

Fuente:
Ediciones Casa de la Cultura "Manuel Antonio Díaz Cardenas". Aurelio Ferrero Troconis. No 11. 1980. Capacho Estado Táchira Pp. 65-66

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